En el siglo V, el rey inglés Vortigern intentaba construir una fortaleza en Gales. Pero cada vez que colocaban las piedras de los cimientos, el suelo temblaba y la fortaleza se desplomaba. Cuando Vortigern consultó a sus sabios consejeros, estos le explicaron que la fortaleza no resistiría nunca porque aquella tierra estaba maldita. La única manera de romper la maldición consistía en regar los cimientos con la sangre de un niño huérfano. Encontraron uno en un pueblo cercano, y lo llevaron ante el rey. Cuando se enteró de que estaban a punto de convertirlo en fertilizante humano, el niño insistió en que el verdadero problema no era que la tierra estuviera maldita, sino que había dos dragones: uno rojo y otro blanco. Le dijo a Vortigern que los dragones estaban atrapados bajo la tierra, y que el suelo temblaba cuando ellos luchaban. Así que Vortigern no necesitaba sangre: solo necesitaba liberar a los dragones. Así que el rey ordenó cavar la tierra hasta que encontraron a los dragones en una oquedad y los liberaron. A partir de aquel momento, la fortaleza resistió. El rey despidió a sus consejeros y nombró a aquel niño su hombre de confianza. El niño creció y se convirtió en un gran mago: Merlín.
¿De verdad era Merlín un mago poderoso? Seguramente no. Pero puede que supiera algo de ciencia. Gales es famosa por tener en su subsuelo bolsas de ácido sulfhídrico. El ácido sulfhídrico tiene un olor a huevos podridos bastante horrible, y Merlín podría haberlo olfateado en el aire. A veces el ácido sulfhídrico se mezcla con otro gas inodoro, el metano, y cuando estos dos gases quedan atrapados entre las rocas... ¡pumba!, se suceden las explosiones.
Merlín era muy listo. Sabía que no iba a convencer al rey Vortigern de que sus miedos no eran reales, así que, en su lugar, empleó la ciencia para salvarse a sí mismo. Tú también puedes emplear la ciencia para vencer a los monstruos (y decir que lo has hecho con artes mágicas). No hay magia tras los monstruos. La verdadera magia es la ciencia.
Monstruoso es un libro de ciencia y un libro de monstruos. Un libro que nos explica por qué el miedo nos mantiene vivos. ¿Qué ocurre en nuestro cerebro que nos mantiene alerta cuando 'olemos' el peligro? ¿Por qué disfrutamos pasando miedo?
La autora, Carlyn Beccia, hace un recorrido por cinco monstruos más representativos del mente coletiva y trata de explicar la ciencia que puede dar sentido a cada uno de ellos. Seguramente ya sabes algo de Frankenstein: un científico extravagante que roba partes de cadáveres de los cementerios y las junta para crear un monstruo que tiene una frente enorme y sin cejas. Entonces da vida a la criatura mediante unas sacudidas eléctricas, y... ¡voilà!, ha nacido un monstruo. ¿Cómo? La electricidad. ¡Cuántos experimentos, historias y seres extraños han nacido de una chispa! ¿Podría funcionar la máquina que dio vida Frankestein?
De la imaginación de un grupo de amigos nacieron los vampiros y de la leyenda de Vlad el Empalador, Drácula. Tendemos a pensar que todos eran elegantes y atractivos como él pero del siglo XV al XVII ni siquiera recibían el nombre de vampiros, eran revenants. ¿Dónde tendrá que morder un vampiro para alimentarse? ¿Podríamos sobrevivir a una de sus mordeduras? ¿Quién lo explica? La ciencia de la sangre.
Los primeros zombis no fueron los clásicos muertos vivientes comedores de carne, sino humanos que alguien hacía levantarse de entre los muertos y ponía bajo el control de su mente. Están relacionados con la magia negra. La pregunta más importante para nosotros, ¿podría haber un virus que nos convirtiese en zombis? ¿Habría salvación?
Llega el turno de las matemáticas, relacionadas con King Kong y su caída de uno de los edificios más altos del mundo. Y es que los animales tan grandes necesitan huesos enormes, un corazón lo bastante fuerte como para bombear sangre a todo el cuerpo y comer mucho. Pero incluso cuando se den todos estos factores, sabemos por la ley cuadrático-cúbica que los seres vivos tienen un límite de tamaño. Seguramente por esta razón, los huesos de los grandes dinosaurios como el tricerátops tenían fracturas por estrés: sencillamente eran demasiado pesados para sus huesos o el por qué de que el Tyrannosaurusrex se rompiese los huesos si se daban la vuelta demasiado rápido. Ni siquiera el tamaño está relacionado con la fuerza.
Pasamos por la transformación de los animales como el caso hombre lobo, ¿animal o humano? Aunque este ser no exista sí hay muchos animales reales que cambian de forma y no es por un conjuro mágico.
Y la ciencia del agua nos lleva al Kraken. En muchas historias este monstruo es lo bastante fuerte como para arrastrar un barco hasta el fondo del mar. Pero ¿podría un ser marino tener fuerza suficiente para hundirlo? Para responder a esta pregunta, piensa en lo que ocurre si metes en la bañera una piedra y una pelota de playa. La piedra se hunde y la pelota flota, ¿no? Eso no se debe a su peso, sino a su densidad.
En 2013, el niño de once años Evgenii Anisimov estaba jugando con sus dos amigos cuando se encontró unas extrañas huellas en un campo cubierto de nieve en la región de Kemerovo, en Siberia. Las huellas parecían humanas, salvo por un detalle: que eran gigantescas, de 41 centímetros de largo y de quince a veinte de ancho. El tamaño inusual no fue lo único que le llamó la atención, pues los pies dejaban un rastro raro en la nieve. No con los pies a derecha e izquierda, como las huellas humanas, sino cada pie justo delante del otro, como si el propietario hubiera caminado por una cuerda floja invisible. ¿A quién se encontró? A Bigfoot. Las teorías sobre qué es son muchas: simio, un humano más inteligente que nosotros... cuestiones de genética.
Y para terminar no podía faltar Godzilla que aúna dinosaurios y radioactividad. </p